¿Apatía, desinterés o falta de ciudadanía?

Tamaño letra:
  ¿Apatía, desinterés o falta de ciudadanía?
       
       

Sin lugar a dudas, resulta ocioso y hasta sin sentido utilizar generalizaciones para definir al mexicano de hoy; sobre todo si asumimos que somos una sociedad pluricultural y multiétnica en la que conviven muchas y muy variadas formas de pensar, sentir y ver la realidad presente y el futuro. No obstante, sigue pesando en el imaginario colectivo el argumento fácil que califica al mexicano como apático, desinteresado, despilfarrador, oportunista, fiestero, corrupto, impuntual o con mentalidad de perdedor, por decir lo menos.

Adjetivos descalificativos como esos nos remiten a la visión porfiriana de finales del siglo XIX, recordando que el General sostenía, sin rubor alguno, que “Los mexicanos están contentos con comer desordenadamente antojitos, levantarse tarde, ser empleados públicos con padrinos de influencia, asistir a su trabajo sin puntualidad, enfermarse con frecuencia y obtener licencias con goce de sueldo, no faltar a las corridas de toros, divertirse sin cesar, tener la decoración de las instituciones mejor que las instituciones sin decoración, casarse muy jóvenes y tener hijos a pasto, gastar más de lo que ganan y endrogarse con los usureros para hacer posadas y fiestas onomásticas. Los padres de familia que tienen muchos hijos son los más fieles servidores del gobierno, por miedo a su miseria; a eso es a lo que más le tienen miedo los mexicanos de las clases directivas, a la miseria, no a la opresión, no al servilismo, no a la tiranía; a la falta de pan, de casa y vestido, y la dura necesidad de no comer o sacrificar su pereza” (Francisco Bulnes, citado por Paul Garner en su ensayo “Porfirio Díaz” dentro del libro Gobernantes Mexicanos Tomo 1, de Will Fowler, páginas 387-388, Fondo de Cultura Económica, México, 2008).

En la actualidad, difícilmente se podría estar de acuerdo con una visión tan pobre y maniquea sobre la forma en que nos vemos los mexicanos a nosotros mismos y al país, por las razones antes expuestas, aunque en una cosa tenía razón el dictador: en que al mexicano de ayer y de hoy le interesaba y le interesa, como prioridad, satisfacer sus necesidades económicas y su seguridad personal.

Para documentar lo anterior, basta con remitirnos al diagnóstico realizado sobre México y los mexicanos a partir de los datos obtenidos por la encuesta Sueños y aspiraciones de l@s mexican@s, realizada entre septiembre y diciembre de 2010 por GAUSSC y Lexia, bajo la dirección de Manuel Rodríguez Woog y Guido Lara, y publicada en la Revista Nexos (febrero de 2011); quien reporta, al preguntar a los mexicanos cuáles eran sus principales preocupaciones personales, que casi 5 de cada diez (49%) dijo que la crisis económica/ el alza de precios/ la inflación/ la pobreza y el desempleo; mientras que, en segundo lugar, se mencionó que la inseguridad, más asociada a la delincuencia común que al narcotráfico (17%), por encima de problemas relacionados con la falta de servicios públicos, de salud y educación. Permitiendo confirmar que, efectivamente, al mexicano promedio le preocupa satisfacer, como prioridad, sus necesidades económicas y su seguridad personal. Asunto que resulta entendible, pues ambos factores son esenciales para hacer posible la vida en sociedad.

Pero más aún, la metodología empleada en la realización del estudio permite tener una idea más clara sobre lo que los mexicanos pensamos sobre nosotros mismos en la actualidad ⎯tanto en lo individual como en lo colectivo⎯ y de contar con una visión generalizada sobre la imagen que tenemos como sociedad.

De acuerdo con los datos recabados, el mexicano de hoy está lejos de sentirse una persona mediocre, timorata, acomplejada, sin ambición o con baja autoestima, pues 90 por ciento de los entrevistados dijo tener la capacidad de cambiar su propio destino y el de su familia; 7 de cada diez cree que los sueños, sus sueños, se pueden hacer realidad. También, casi 7 de cada diez (69%) piensa que los mexicanos sí sabemos a dónde vamos en nuestro caminar por la vida y sostiene, en igual proporción (69%), que tenemos cultura de triunfadores, que siempre ponemos un esfuerzo extra en lo que hacemos (52%) y que no necesitamos a los Estados Unidos para progresar (51%).

Ante la exposición de datos tan alentadores sobre el perfil de nuestra población, no faltará quién se pregunte por qué entonces los mexicanos de hoy vivimos rodeados de problemas sociales, económicos, políticos y enfrentamos en la actualidad una grave crisis de seguridad pública cifrada en altos índices de violencia en varias ciudades del país, un incremento sustancial de secuestros, extorsiones y crímenes dolosos. Más aún, ante la ola de movimientos populares que se suscitaron entre 2010 y 2013 para demandar libertades democráticas, cambios políticos, económicos y sociales, tanto en los países árabes como en Grecia, España, Italia y más recientemente en Brasil, no ha faltado quién se pregunte ¿por qué en México no ha pasado nada de esto?



 

 

Sara Sefchovich (¿Y nosotros cuándo?”, Revista Nexos, op. cit.), nos brinda diversas teorías que intentan explicar el fenoméno. Dentro de ellas encontramos explicaciones que van desde las que sostiene que la sociedad mexicana sólo ve por el presente y no por su futuro, hasta aquellas que sostienen que somos una sociedad netamente individualista. Es decir, que el mexicano bien podría hacer suyo aquél dicho que menciona: “mientras no me pase a mí, no hay problema”. Sin lugar a dudas, la profesora e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México acierta en algunos de sus diagnósticos; no obstante, los datos presentados en Sueños y aspiraciones de l@s mexican@s, dan cuenta de que el fenómeno es más complejo.

A través de ellos podemos saber que a la confianza personal que tiene la mayoría de los mexicanos sobre la posibilidad de cambiar su futuro personal y el de su familia, paradójicamente se le opone un sentimiento de inseguridad sobre su capacidad para cambiar el rumbo que lleva el país; al cual solemos ver como un barco a la deriva, al que le falta rumbo y liderazgo.

Ante la desconfianza en nuestros gobernantes, la política y las instituciones más relevantes, los mexicanos hemos volteado la vista hacia nuestra familia, concluyendo que ésta es nuestro mejor refugio ante las adversidades colectivas que nos aquejan, para verla como la catapulta de emociones y expectativas que nos impulsan a darle sentido a nuestros sueños y aspiraciones individuales, sin pensar en nuestro vivir en sociedad.

Quizá en este sentimiento encontremos la respuesta al por qué muchas veces solemos olvidarnos de los problemas comunes que nos afectan a todos, ya sea en la calle, en nuestra comunidad, en nuestro municipio, delegación, estado, en la escuela, en el trabajo o en el país entero. Si bien esta situación es relativa, pues hemos dado muestra fehaciente de ser enormemente solidarios ante las desgracias y tragedias naturales que nos sacuden, y de conmovernos ante el dolor ajeno, también es frecuente escuchar a muchos de nuestros conciudadanos decir que los espacios públicos (las calles, los parques, las plazas, el transporte y los servicios colectivos) son libres o de todos los mexicanos, para justificar el impulso de maltratarlos, destruirlos o evitar pagar el costo con que se financia su funcionalidad.

Trasladada al ámbito de lo político, esta actitud de negligencia individual se traduce en actos que degradan la convivencia colectiva, el respeto, reconocimiento y solidaridad que nos debemos como iguales: como ciudadanos de una República democrática, donde la cosa pública es asunto de todos y de nuestra responsabilidad individual como ciudadanos. Lo que, en muchos casos, se traduce en confrontaciones estériles sobre el rumbo que deben tomar las cosas en el país, la solución que necesitamos dar a los problemas, retos y dilemas que enfrentamos como nación, impidiéndonos alcanzar acuerdos surgidos del consenso y respeto a la diversidad de opiniones y visiones que existen entre los mexicanos.

Pero si a la grave crisis de seguridad pública que se vive en varias ciudades del país, al incremento sustancial de secuestros, extorsiones y crímenes dolosos que nos aquejan le sumamos la desconfianza que tenemos en nuestros gobernantes, partidos políticos e instituciones para justificar la indiferencia que muchas veces nos conduce a la apatía, la inmovilidad o el miedo, los mexicanos de hoy estaremos cancelando la posibilidad de construir un futuro más promisorio para nosotros mismos y las generaciones del futuro; pues no existe mejor espacio que nuestro país ni mejor familia que nuestra sociedad para plantearnos las soluciones que nos demanda el devenir. Por ello, los ciudadanos de a pie y las organizaciones de la sociedad civil estamos llamados a llenar los vacíos de actividad e iniciativa que dejen nuestros gobernantes e instituciones para solucionar los graves problemas que nos aquejan como sociedad, ya sea por ineptitud, indolencia o miopía. Es ahora cuando los mexicanos debemos levantar la voz como uno solo y promover, lejos de los andamiajes mañosos de la política institucionalizada, la promoción de una verdadera cultura de la legalidad y de participación ciudadana activa que nos permita construir un mejor país, libre de violencia y con posibilidades de desarrollo para todos en los años por venir.

Dejar de ser habitantes de este país para transformarnos en ciudadanos plenos y responsables de nuestro futuro colectivo, será una batalla que debemos mantener para convertir en realidad nuestros expectativas y acabar con el flagelo de la inseguridad, la violencia criminal y la falta de expectativas de desarrollo.

Autor: Carlos Alberto Guzmán Velázquez
Fecha: 26 de Octubre 2013
@cagv1970

       
Subir