Trata de Personas, la esclavitud del Siglo XXI

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¿Quiénes son los "beneficiarios" de la trata de personas? No son entes desconocidos, que resulten inimaginables para el resto de la sociedad. No. Son gobernantes, futbolistas, artistas, abogados, estudiantes, políticos, jueces, empresarios, turistas, padres y madres de familia que al final del día llegan a sus casas, con sus hijos y se consideran hombres y mujeres respetables.



La esclavitud ha sido definida como el estado o condición de un individuo sobre el cual se ejercitan los atributos del derecho de propiedad o algunos de ellos. En México se decretó la abolición de la esclavitud en 1810. Hoy en día, a unos cuantos metros de las mayores atracciones turísticas o en comunidades rurales de no más de 10,000 habitantes, aún encontramos lo que se conoce como la “esclavitud del siglo XXI” o la trata de personas.

La trata de personas, sobre todo en el tema sexual, ha existido desde hace mucho tiempo, pero se potenció durante la Segunda Guerra Mundial con la creación de campos de explotación sexual con el propósito de “consolar” a los soldados durante la guerra. Al terminar las guerras se creó una inestabilidad económica y pobreza que dejó a las mujeres en un estado de vulnerabilidad ideal para ser presa de la trata.

El proceso de la trata comienza a través de la captación de la víctima. Las mujeres en zonas rurales, en situaciones económicas precarias, con problemas de violencia domésticos, migrantes, son la presa ideal. Los victimarios, coloquialmente conocidos como “padrotes” son “entrenados” en la manipulación y seducción de mujeres ingenuas e inocentes. Éstos entran en contacto con las víctimas, le invierten un tiempo a enamorarlas y hacerlas soñar con una vida diferente, haciéndose pasar como hombres de negocios exitosos que prometen “darles una mejor vida”.

Una vez que ya tienen “controlada” a su víctima, la aíslan de su ambiente. Las llevan a pueblos lejanos, a la capital o incluso a otros países para que se vuelvan aún más dependientes de ellos. Ya estando lejos, los tratantes las hacen pensar que están en problemas económicos serios, haciéndoles creer que la única salida es que ellas se prostituyan, supuestamente sólo por un tiempo. Ellas están tan enganchadas, que acceden a vender su cuerpo. En caso de que no acepten “por la buena”, los tratantes usan violencia física privándolas de su libertad, prohibiéndoles incluso comunicarse con su familia o reteniéndoles sus papeles en caso de las migrantes.

Después, entran en contacto con otro agente tratante que es quien facilita el lugar donde se lleva a cabo la “transacción”. Esto puede llevarse a cabo en bares, cantinas y centros nocturnos. Ahí, son obligadas a vender su cuerpo, incluso hasta 30 veces al día. El tratante es quien maneja el dinero y les dan tan sólo una pequeña parte de las ganancias, en algunos casos nada.

Algo muy particular, especialmente preocupante de este delito, es la cantidad de factores y personas involucradas para su comisión. Entre éstos, los familiares tanto del tratante como de la mujer, los dueños de los bares, hoteles, los taxistas, autoridades, y como pieza clave, los clientes. Cada una de estas personas juega un rol importante en la trata de personas.

¿Qué se puede esperar de un padre que vende a su hija por unos cuantos pesos sabiendo que ésta será vendida como mercancía sexual, o de una madre que no sólo tiene conocimiento de que su hijo se dedica a “ser padrote”, sino que lo ayuda amedrentando también a la mujer? ¿Qué hay con aquellas mujeres que someten a las propias mujeres para su beneficio? ¿Cuánta gente está enterada de lo que sucede a su alrededor, los que rentan los locales, vecinos que deciden quedarse callados por miedo o por falta de interés?

Es terrible pensar que esto sea un simple reflejo de la ley de la oferta y la demanda. Mientras sigan habiendo personas que lo compren, seguirán habiendo personas que lo vendan. Y, ¿quiénes son estos clientes? No son entes desconocidos, que resulten inimaginables para el resto de la sociedad. No. Son gobernantes, futbolistas, artistas, abogados, estudiantes, políticos, jueces, empresarios, turistas, padres y madres de familia que al final del día llegan a sus casas, con sus hijos y se consideran hombres y mujeres respetables. Muchos lo consideran como una forma de diversión entre amigos o como una manera de cerrar negocios, ignorando o prefiriendo ignorar, el terrible infierno por el que pueden estar pasando estas personas.

Es indignante ver como en la trata, el secuestro y otros delitos, la persona es degradada convirtiéndose en un objeto o una mercancía. ¿Cómo puede un tratante o secuestrador usar a un ser humano como si fuera una cosa que puede vender, guardar o intercambiar? ¿Qué existe dentro de estas personas para violentar la dignidad de sus víctimas a un grado tal de ponerle un precio a su vida, o a su cuerpo?

Es inverosímil que la trata ha llegado a ser el tercer negocio más lucrativo de la delincuencia organizada (después del narcotráfico y el tráfico de armas). Es increíble que ante esta forma de esclavitud y secuestro, guardemos un silencio absolutamente inmoral.

Pongamos el reflector ante este deleznable problema que comprende modalidades evidentes de secuestro, extorsión, abuso de menores, lenocinio y en muchos casos, homicidio.

Las redes de secuestradores son tan abominables y dañinas como las redes de tratantes de personas. A veces peores, pues muchos “consumidores” salen pública y socialmente sin mancha. Mayor impunidad, difícilmente.

Los ciudadanos exigimos un freno inmediato a este terrible flagelo social. Lo primero es poner luz en donde por tantos años ha habido obscuridad.

Por: Alejandro Martí

Fecha de Publicación: 23 de abril del 2014

Fuente: Animal Político

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